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viernes, 28 de diciembre de 2007

■ HISTORIA QUE DA PARA PENSAR

En una cena de camaradería, en el Club CILSA de la ciudad de Santa Fe, que aglutina especialmente a amigos y familiares de niños con capacidades especiales, el padre de uno de estos chicos, pronunció un discurso que nunca será olvidado por las personas que lo escucharon. Después de felicitar y exaltar a la institución y a todos los que trabajan por y para ella, este padre, hizo el siguiente razonamiento:
- "Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la perfección. Pero mi hijo, no puede aprender como otros chicos lo hacen. No puede entender las cosas como otros chicos. ¿Donde está el orden natural de las cosas en mi hijo?"
La audiencia quedó impactada por la pregunta. El padre del niño continuó diciendo:
- "Yo creo que cuando un niño como Facundo, física y mentalmente discapacitado viene al mundo, una oportunidad de ver la verdadera naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño".
Entonces contó que un día caminaba con su hijo, por la vereda de un pequeño club de barrio, donde, tras un alambrado, algunos chicos jugaban al fútbol.
Facundo le preguntó a su padre: "¿Crees que me dejen jugar?"
Su padre sabía que a la mayoría de los muchachitos nos les gustaría que alguien como Facundo jugara en su equipo, pero el padre también entendió que si le permitían jugar a su hijo, le darían un sentido de pertenencia muy necesario y la confianza de ser aceptado por otros a pesar de sus habilidades especiales.
Ingresaron por una abertura del alambrado, que en otro tiempo había poseído una pequeño portón de chapa. Cuando en el transcurso del juego, se acercó al sitio donde estaban parados, el chico que tenía la raída cinta de Capitán de uno de los equipos que estaban jugando, en su brazo izquierdo, y le preguntó (sin esperar mucho) si:
"Facundo, podría jugar..."
El chico miró alrededor, como buscando alguien que lo aconsejara y dijo:
- Estamos perdiendo por dos a uno... Y al partido le quedan unos quince minutos... Supongo que puede unirse a nuestro grupo de suplentes y trataremos de que entre un rato antes del final.
Facundo se desplazó con dificultad hasta "el banco de suplentes" y con una amplia sonrisa, se puso una camiseta del equipo, traspirada y abandonada en el suelo por un jugador reemplazado, que, fuera de la cancha, se encontraba absorto, frotándose un tobillo hinchado. Mientras Facundo se sentaba entre el grupo de los que esperaban su posibilidad de jugar, su padre lo contemplaba.
Los otros chicos notaron algo muy evidente: la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado.
Cuando faltaban cinco minutos para terminar el partido, el equipo de Facundo logró empatar el encuentro, con un verdadero "cañonazo" increíble, desde la mitad de la cancha, que sorprendió al encandilado arquero, al venir del lado del sol, que caía con la tarde..
Quedaban algunos instantes cuando ocurrió otro hecho notable: una mala entrega de un defensor adversario, permitió al centrodelantero "del equipo de Facundo" hacerse de la pelota en el área y cuando se aprestaba a definir con todas las posibilidades, el defensor, ofuscado por su desafortunada jugada anterior, lo "barrió" desde atrás; pitando el árbitro sin titubear: ¡penal!. ¡Penal sobre la hora...!
En medio de los acalorados festejos del equipo, por la incomparable oportunidad de ganar y "¡sobre la hora!" al tradicional oponente, se vio que el centro delantero, encargado principal de patear los penales, apenas podía ponerse en pie por el fuerte golpe recibido.
Fue allí que el muchachito con la cinta de Capitán del equipo, convocó al grupo de jugadores que deliberaba sobre quién patearía la pena máxima, y les indicó a todos, a voz en cuello, y señalándolo a Facundo:
- "¡Tenemos entre los suplentes, al mejor pateador de penales del equipo! ¡Nos queda un cambio!. Y dirigiéndose al árbitro le indicó: - ¡Yo salgo!. ¡Y él entra a patear el penal!
El referí aceptó la propuesta, mientras autorizaba el relevo de los jugadores, en medio de la sorpresa del resto del equipo del Capitán, que se dirigía hacia Facundo, sentado aturdido en el borde del campo.
Llegó a su lado, le dio la mano y... De un tirón, lo puso de pie, le dio un ligero abrazo y cuando se alejaba despreocupado, giró y le gritó: - ¡Suerte!...
Facundo, obviamente extasiado sólo por estar en el juego y en el campo, sonreía de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde un poco más lejos, mientras en su cabeza un torbellino de preguntas se sucedían sin control: "con esta oportunidad, ¿le dejaban patear y renunciar a la posibilidad de ganar el partido?"
Sorprendentemente, Facundo ingresó a la cancha. Sus dificultosos pasitos y su desmañada figura, indicaron a todos los jugadores del campo, que un certero disparo por parte de Facundo era imposible. Así hubiera sido un teórico experto en fútbol, todos se dieron cuenta de que no podría, quizás, hacer llegar la pelota al arco.
Sin embargo, mientras se paraba delante de la pelota ubicada en el círculo, a doce pasos del arquero oponente, el padre de Facundo tuvo la fuerte sensación de que quizás..., el otro equipo..., estuviera dispuesto a perder..., ¡para permitirle a su hijo tener un gran momento en su vida!
Facundo se movió unos pasos al frente y golpeó la pelota muy suavemente. El arquero, que notó obviamente la dirección que llevaba el balón, se arrojó hacia ese costado..., ¡pero como para "sacarla" desde el ángulo superior del arco...! ... Mientras la pelota, ingresaba... apenas rodando bajo su cuerpo... ¡y trasponía la línea del gol.! El árbitro convalidó el tanto y pitó dando por terminado el partido... Facundo, con sus brazos en alto, rebosando felicidad, giró la cabeza mirando a su padre... mientras (cosa extraña) los jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como el héroe que convirtió el gol que dio a su país el campeonato mundial de fútbol ...
"Ese día", dijo el padre, "los chicos de los dos equipos, ayudaron, dándole a este mundo un trozo de verdadero, cálido y prístino, amor humano".
Facundo no sobrevivió otro verano.
Murió ese invierno..., sin olvidar nunca haber sido el héroe... y haber hecho a su padre muy feliz...., haber llegado a casa.. . y ver a su madre llorando de felicidad y ¡abrazando a su héroe del día...!
PEQUEÑA NOTA PARA ESTE MENSAJE: Nosotros tenemos miles de oportunidades cada día para ayudar a que se realice "el orden natural de las cosas ...." ¿Y las aprovechamos...?
Un sabio dijo una vez que: "Toda sociedad será juzgada, por como trata a los menos afortunados..."

miércoles, 26 de diciembre de 2007

■ CUANDO AMÉ DE VERDAD

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, y en el momento exacto. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre...
Autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angústia y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es...
Autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver que todo lo que acontece, contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama...
Madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a percibir como es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, solo para realizar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o la persona no está preparada... inclusive yo mismo. Hoy sé que el nombre de eso és...
Respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable... Personas, situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De início, mi razón llamó esa actitud egoísmo. Hoy sé que se llama...
Amor Propio.
Cuando me amé de verdad, dejé de temer tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos del futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es...
Simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré mucho menos veces. Hoy sé que eso se llama...
Humildad.
Cuando me amé de verdad, desisti de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme con el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Eso se llama...
Plenitud.
Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mí corazón, ella tiene un gran y valioso aliado. Todo eso es...
Saber Vivir!

Cuando uno ama de verdad descubre que no espero nada para mi...sino que me proyecto fuera de mí y eso es amar de verdad.

martes, 4 de diciembre de 2007

■ EL SABIO

El sabio se mantiene alejado de la rivalidad, de la codicia y de la confusión producida por los deseos.

El sabio es feliz al vivir, es bondadoso y armoniza con todos, es sincero al hablar, equilibrado y recto en el trabajo y en la vida. Cuando acaba su obra, se retira oportunamente, su respiración es fresca como la de un niño, y busca siempre beneficiar a los hombres.

El sabio es difícil de comprender, es cauteloso como quien atraviesa un río en invierno, prudente como quien tiene enemigos, reservado como el huésped de una casa, sencillo como la madera, tranquilo como un valle y profundo como las aguas de un lago.

El sabio posee poco porque se ha olvidado de las cosas, su presencia es modelo para todos los hombres. No se muestra, por eso resplandece, no se vanagloria, por eso sobresale, no se exalta, por eso merece elogio, es humilde y se mantiene íntegro. Permanece independiente, aunque viva rodeado de gloria y esplendor nunca pierde la paz.

El sabio no es impetuoso, y nunca pierde el dominio de sí mismo.

El sabio no ofende a nadie, y nunca halla motivo para rechazar a nadie.

El sabio es aquel que se conoce a sí mismo, que quiere conquistarse a sí mismo, más que conquistar a otros.

El sabio, contemplado, no parece digno de ser mirado, oyéndolo, no parece digno de ser escuchado, sin embargo, contiene en sí todas las virtudes.

El sabio parece que no hace nada y, sin embargo, nada queda sin realizar.

El sabio hace del corazón de los demás el suyo propio. Con el bueno obra de forma buena, con el malo obra de buena forma.

El sabio se parece a un niño, nada ni nadie le daña.

El sabio se da cuenta de las cosas que para los demás pasan inadvertidas, y estima por igual las grandes y las pequeñas.

El sabio no combate, mas siempre vence, y no teme a la muerte.

El sabio es, en fin, quien está en armonía con la naturaleza.

El mejor Sabio es quién está seguro que no lo es, y depende de aquel que es verdaderamente sabio...Dios.