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martes, 19 de febrero de 2008

■ TIEMPO AL TIEMPO

Hace muchos años conocí a un señor, hermano mayor de una familiar pobre y no muy bien constituida, mi primera impresión fue la de un hombre autosuficiente, autodidacta, admirable en todo lo que hacia y con cabal conocimiento en todas las materias, pero había algo en el que no lograba comprender, su desafecto y desconfianza con los demás, comencé a conocerlo, tarde muchos años, sufrí y aprendí, sólo con acompañarlo.

El creo su propio imperio, pero no esos imperios majestuosos que crean los hombres adinerados o dueños de empresas, el creo de la nada un imperio que le permitiese terminar sus últimos años con relativa tranquilidad, su propio espacio, pero lo que el jamás pensó es que ese espacio lo ocuparía nada más que una persona, solo el.

A la distancia y con el correr de los años comenzaron a aparecer las respuestas a todas aquellas interrogantes. Hoy en día estamos rodeados de conocimiento y tecnología, de alguna manera los tiempos son otros y las políticas de estado se han preocupado de entregar educación y oportunidades a todos, ahora depende de cada uno el sacar el máximo provecho a todas ellas, años a atrás generalmente el hijo mayor de una familiar pobre era quien de alguna manera tomaba el rol de proveedor, familia que por lo demás eran muy numerosas, el entrar al mundo laboral a muy temprana edad no permitía conciliar el trabajo con el estudio, por lo que sus conocimientos se adquirían de las experiencias de la vida misma. Este señor con los años logro formar su propia familia y pasar de ser de un núcleo familiar muy pobre a formar una familia de clase media, hombre soñador y con sus objetivos muy claros, ahorrativo a prueba de todo, con lo que en definitiva logro entregar los bienes materiales para su familia, no así los bienes que tenemos cada ser humano y que son gratuitos, bienes como el afecto, el cariño, el amor.

De vez en cuando me llama para saludarme o simplemente para saber como estoy, fue una serie de penosos acontecimientos en común ocurridos en el último tiempo los que nos permitió unirnos más, este señor de quien les hablo es mi Padre Manuel Plaza González, hombre de familia numerosa pero de corazón solitario, Padre con defectos y virtudes.

Ahora somos capaces de reírnos y abrazarnos, un hijo debe aprender a perdonar y aceptar los errores de su padre, comprender que su pasado duro y de esfuerzo fueron quizás los que moldearon su mente y espíritu. Además, la vida siempre nos da la oportunidad de revertir situaciones desafortunadas, creo que lo más importante es no revivir o hacer a los demás lo que a uno le produjo tristeza y dolor.
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Mi padre Manuel Plaza Gonzalez